En el mes de los besos de saldo y la felicidad impostora, me
vuelvo polvo de cristal diseminado de tantos encuentros y huidas de mí misma.
En ti me cuelgo de los días yermos, y tú, como roca de
acero, me vuelves suciamente adicta a nada. Tú, que fundes a hierro tus gestos
sobre mis heridas. El de todo vale; incluso la traición adornada de mentiras
que retornan cargadas de naturalidad. Pero también eres ese, que a su pesar, me
empuja a buscar una mano amable y sabia. Esa necesidad de hallar una boca audaz
que despierte a los muertos o amanse a la fiera; que me sostenga firme para
volver a la vida.
Ya no me lastimes, porque debo salvarme (salvarnos) con
rituales que rebosan huellas y curas de cuerpos enredados que se calan y, al
fin, sonríen. Que viven. Porque solo somos el tiempo que nos queda.
Mayca Nasan